Duduá

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¡Qué vivan las mercerías!

Mercería Pontejos en Madrid

Se conocen como mercerías, aunque también se las conoce también como blorchería, cordonería o sedería, lo que nunca debería de llamárseles es Amazon, Bazar o Chino. Las mercerías están en peligro de extinción, y este texto pretende rendirles homenaje y reivindicarlas como uno de los negocios necesarios para todas las personas a las que les gusta hacer cosas a mano.

El hecho de crear un producto comienza más allá del momento en que nos sentamos y cogemos hilo y aguja, decidir la paleta de colores, el grosor de las lanas o el soporte para el bordado es tan importante como bordar o tejer en sí, así que esa experiencia es doblemente gratificante cuando se hace en una mercería: rebuscar entre cajas de botones, escoger unas tijeras únicas, tocar el producto y ver bien la gama cromática, eso es incomparable, pero hay un problema, y es que cada vez cuesta más, en las grandes ciudades las mercerías carecen de clientes y los alquileres abusivos están comenzando a hacer que muchas de ellas tengan que echar el cierre al negocio.

Restos de puntillas y gomas de una mercería antigua

Para mi el recuerdo de ir con mi madre a comprar mi bata para el colegio es algo feliz, recuerdo que había una mercería muy pequeña en nuestro barrio, con un mostrador de madera y tras él, cajas y cajas de cartón que llegaban muy arriba. Cuando mi madre pedía goma, la dependienta abría una caja (pocas veces se equivocaba a pesar de que muchas no tenían nada escrito que las identificase), estiraba la goma sobre el mostrador, en el que había un metro fijado a la madera, y cortaba la cantidad que necesitaba mi madre en ese momento, luego lo ponía en una bolsa de papel que al llegar a casa se aprovechaba para guardar botones, hilos, etc.

Los innombrables, no venden por metros, no venden por unidades, sino que nos dan una cantidad fija embolsada en plástico, así que o bien adaptamos la creación a las medidas que ellos venden o bien tendremos la casa llena de sobrantes innecesarios. Es irónico pensar en la frialdad de esta transacción, cuando ese trozo de goma que hemos comprado es para hacer algo a mano en el que vamos a dedicar tiempo, esfuerzo y cariño, ¿no os parece?

Yo soy de las que habla con todo el mundo, no se si es una virtud o un defecto, pero me gusta que me aconsejen sobre telas, sobre lanas, hilos, blondas, dedales… me gusta hablar, lo reconozco, pero así he conseguido pequeños tesoros. Recuerdo ir a un mercadillo con una amiga y volvernos las dos locas cuando vimos una caja de botones de baquelita, y lo felices que fuimos cuando rebuscamos en ella y tocamos formas, materiales, etc (un poquito de ASMR sin recurrir a youtube).

¡Qué vivan las mercerías! Ya sea Las Niñas en Sevilla, Lacheta Leache en Navarra, El Metro en Valladolid, Santa Ana en Barcelona, La Costurerita en Talavera, La casa de los botones de Córdoba, Brotana Brocos en Santiago de Compostela, Massamagrell en Valencia, Labores Ugalde en Bilbao, o una de las más antiguas de España, Pontejos en Madrid. Queremos saber cuál es tu mercería favorita, déjanos un comentario y las iremos añadiendo a Google Maps.

En la Mercería Santa Ana de Barcelona las estanterías con botones son de suelo a techo

Botones vintage